¿Qué es la disciplina positiva?

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Cuando hablamos de educación tradicional ¿te viene a la cabeza el golpe de la cuchara en la mano o el cinturón en las piernas? Y si hablamos sobre niños groseros y padres sometidos ¿te parece también que algo anda mal?

Así es, la relación entre padres e hijos no es unidireccional, hay problemas que rebotan de un extremo a otro.  Y dado que no se nace sabiendo ser padre o sabiendo ser hijo, se necesita una pauta que dé luz sobre qué hacer.

Hay muchas guías, terapias y métodos, pero sin recibir la orientación adecuada, no se sabrá cuál de esas alternativas realmente ayudará a darle un giro a la dinámica que puede volverse cada vez más difícil en casa.

A continuación, veremos cómo la disciplina positiva puede ser la alternativa más viable para lograr una sana convivencia entre ambas figuras.

¿Cómo surgió la disciplina positiva?

Esta metodología no tiene tanto tiempo de aplicación en nuestro país y aunque parece, lamentablemente no es algo nuevo.

En 1920 el psicoterapeuta Alfred Adler, preocupado por los constantes problemas en la crianza de los hijos y en su impacto en la sociedad, propuso una nueva forma de tratar a los pequeños; misma que trabajó con su aprendiz Rudolf Dreikurs en Viena.  

Basada en dos elementos principales: el respeto y la firmeza, esta premisa fue adoptada por otros profesionales de EUA donde vivió R. Dreikus después de la muerte de A. Adler y de ahí se difundió al resto del mundo.

Los objetivos que persigue

El primero y más importante de donde todo parte es: hacer conscientes a los padres sobre cómo están educando a sus hijos.

Lo siguiente es mostrarles que pueden corregir y aplicar una mejor forma de hacerlo lejos del autoritarismo y trabajando sobre las creencias que frenan cualquier tipo de avance positivo y deben irse.

Finalmente, orientar a los padres para que ayuden a sus hijos a desarrollar habilidades que les permitan ser personas funcionales en sociedad con valores como el amor y el respeto es el objetivo que pone el engranaje perfecto para que la maquinaria del cambio positivo avance.

10 bases de la educación positiva

Estas son las bases que le dan forma a esta metodología:  

1.  Concebir la crianza como una relación de ambos sentidos. Los padres siguen siéndolo, pero no son autoritarios ni se imponen.

2.  Sentido de pertenencia. Creación de un lazo con el hijo, comenzando por elegir la amabilidad y el amor en vez de la rudeza e intolerancia. Al sentirse considerado, se sentirá motivado para ser parte de las soluciones.

3.  Incidir sobre creencias sobre la conducta. Detrás de toda educación incorrecta hay creencias sobre el por qué hacen lo que hacen los niños. La idea es trabajar sobre ellas y erradicarlas al demostrar que se está muy lejos de la realidad.   

4.  Firmeza. Optar por ser amable sin ser permisivo.

5. Tomar los errores de los niños positivamente. Un error no es visto como algo negativo, lo que se hace es transmitirle al pequeño la idea de que es una oportunidad para aprender de sus actos y vivir las consecuencias de sus decisiones.

6.  Dar pie a la reflexión. Justo parte del punto anterior. Experimentar los resultados de sus acciones, permite al niño pensar sobre lo que hizo y ejecutar un proceso de introspección que le sirva para decidir mejor en el futuro.

7.  Hacerlo parte de las soluciones. En vez de concentrarse en el problema, trabajar junto con él, las posibles acciones para remediar la situación permitiendo que opine y proponga.

8. Transmitirle seguridad en sí mismo. El niño necesita sentir que su vida tiene sentido, puede tener autonomía y es capaz de automotivarse.

9.  Dotarlo de habilidades interpersonales e intrapersonales.  El niño necesitará desarrollar y fortalecer habilidades blandas como la asertividad, la comunicación, el autocontrol y la empatía.

10. Ayudarle a identificar sus capacidades. Los padres son los mejores para guiar a los niños sobre qué es lo que pueden hacer, que podrían mejorar y que cosas en definitiva no son lo suyo.

Duración del trabajo con Disciplina positiva

El valor de la disciplina para niños por lo menos de esta que es completamente positiva, no se transmite de un momento a otro. Es una labor de varios meses para lograr resultados favorables a largo plazo.

Si no es fácil ser padre o madre, menos lo es aplicar esta metodología y ser constantes con su ejecución. Pero si se abandona, el niño estará confundido y se perderá el avance que se haya conseguido que por muy poco que parezca, significa un paso más hacia la mejora.   

Idealmente es recomendable buscar a un profesional que trabaje este tipo de metodología y sea un soporte al cual acudir si se tienen dudas en las acciones específicas que realizarán los padres con su hijo o hijos. 

Es verdad que no hay una escuela para padres, pero afortunadamente se tiene al alcance mucha información con la que se puede iniciar cambiando el chip que por muchos años se retiene en la cabeza y es tan obsoleto como un disquete de computadora. 

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